Tentado por las corrientes
europeas (impresionismo debussysta,
refinamiento raveliano, neoclasicismo
stravinskyano y expresionismo schonberiano), supo asimilarlas todas
con un espíritu abierto, sin caer por ello en el atonalismo. Pero fue aún más
allá; supo aprovechar los modos españoles antiguos, especialmente la típica
escala andaluza y los giros scarlatianos
para combinarlos con la austeridad y descarnamiento contemporáneos.
Falla aprendió de su maestro, Felipe Pedrell, y de sus
contemporáneos y amigos, Debussy, Albéniz, Ravel o Stravinski. Pero sus
influencias no se quedaron en el París antirromántico de principios de siglo,
sino también el romanticismo germano o la música medieval. Los cancioneros españoles
del siglo XV, la polifonía de Tomas Luis de Victoria, Cristóbal de Morales o
Palestrina, los cánticos de la liturgia bizantina, las sonatas para clave de
Scarlatti o el piano de Chopin, la música de Beethoven, Wagner, Mahler, Grieg,
Mussorgski; todo ello es también parte de un universo musical tan amplio como
la cultura y la curiosidad que delatan su correspondencia y apuntes en libros y
partituras que fue estudiando a lo largo de su vida.
Estas influencias o inspiraciones, podemos encontrarlas en diferentes
obras. Una cita de la Quinta Sinfonía, de Beethoven -la celebérrima
llamada del comienzo-, es parodiada por Falla en El sombrero de tres picos
para anunciar la imprevista llegada antes de tiempo del molinero a casa. Una
característica célula de cuatro notas del Tristán, de Wagner -del canto
final de Isolda-, aparece citada literalmente por las trompas en la primera
versión de El amor Brujo y en Noches en los jardines de España.
Chopin aparece no ya solo citado, sino utilizado por Falla como única y
exclusiva materia prima de su pieza coral Balada de Mallorca y de su
ópera cómica inacabada Fuego fatuo.
Tomas Luis de Victoria y otros
autores españoles del siglo de oro son también la materia prima de su música
para El gran teatro del mundo, de Calderón, y el Amén de Dresde
se convierte en oración al final de Atlántida.
Un tema de La Celestina, la ópera de Pedrell, será la base
de su Homenaje orquestal al maestro; como un fragmento de Soirée dans
Grenade lo es de su Homenaje a Debussy. El madrigal renacentista De
los álamos vengo es el punto de partida del primer movimiento de su Concerto
para clave, un Tantum ergo visigótico lo es del segundo, y las
sonatas barrocas de Scarlatti lo son del tercero. Todo un microcosmos en poco
más de 15 minutos.
La música popular, el folclore, fue la mayor fuente de inspiración
y enseñanza. Sus patrones armónicos y rítmicos o sus giros melódicos son
recreados, reinventados.
Falla consigue hacer realidad el sueño de Pedrell de una música
española enrarecida en lo popular y folklórico, pero que sabe aspirar su savia,
convirtiéndola en sangre propia para dar a la misma, una dimensión universal,
por encima de todo localismo y pintoresquismo. Su maestría y dominio del ritmo
hispánico es asombrosa en todas sus múltiples combinaciones.
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